lunes, 4 de noviembre de 2013

I'm only bleeding.

Ya ni inspiración quedaba para que el dolor pudiera recrearse, ni la poesía manchada de sangre en unas manos que necesitan escribir para no morir de sed.

Se marcharon llevándoselo todo, o casi todo. No dejaron ni un maldito abril al que componerle, ni una flor en la ciudad para poder secar dentro de un libro. Dejaron el dolor y los puñales, pero se llevaron el romanticismo y los dejaron sin vía de escape. Dejaron las ganas de revolución pero se llevaron la música. Dejaron las ganas de leer y nos robaron los libros, las ganas de escribir y quemaron todo el papel de la ciudad.
Se llevaron consigo las canciones, los poemas, las películas que nos hacían llorar como niños. Hasta se llevaron a las personas que nos hacían daño... Y a ver ahora a quién le echamos la culpa.

Y entonces, escribimos. Aún sin papel, escribimos aunque sea haciéndonos heridas en los brazos.

Cuando creemos (o queremos) que es la única salida para curar, queremos ver si es como el azúcar que nos ponemos en una herida que no deja de sangrar.
Escribimos cuando tenemos tantas tormentas en la cabeza que las que vemos por la ventana (previa música/libro/película triste, manta y helado) parecen un idílico día despejado y manso. Cuando no entendemos el mundo y el mundo no nos entiende a nosotros (siempre soy asocial, pero a veces más).

Escribimos cuando creemos que hay cosas que están fuera de los cajones y necesitamos ordenarlas, cuando hay cosas que necesitamos contar pero no tenemos el valor de hacerlo... La literatura es para eso ¿no?.

Que si madrugar, que si el lunes, que si el domingo astromántico, la tele y los realitys y el fútbol... Que si ¿Y, te has echado novio ya? o ¿Y de qué va esa carrera que estás haciendo?, y algún que otro Madre mía, ¿cuándo vas a ponerte un color de pelo normal?.

Que si nos sentimos niños que no quieren crecer (madurar es de frutas), o si somos demasiado viejos en cuerpos de adolescentes hormonados... ¿Acaso esta no es nuestra época? Siempre estará eso de que todo tiempo pasado fue mejor (Nunca me lo he creído, aunque muchas veces lo he sentido).
Y tú sigues igual de flaco (igual de calavera), mírate al espejo, ¿Qué has cambiado? ¿Has tachado en todo este tiempo algo de aquella lista que escribiste de cosas que hacer cuando fueras valiente?.

Que si es patético empezar otra canción diciendo "Te voy a echar de menos", pero que es todavía más patético (y triste) echar de menos sueños de una noche de verano con los ojos abiertos, la piel sudada, y una sonrisa que cegaba hasta a la luna... echar de menos algo inexistente sí que es patético.

Que si estás cansado de apostar siempre y perder hasta el alma (Ya hace tiempo que la vendiste, no te engañes). Ahora vas a apostar todo al caballo perdedor, si total nunca queremos lo que nos conviene, así de mal nos cuidamos. Pobres madres, siempre diciéndonos "cuídate, y no hagas locuras", si supieran el daño que nos hacemos algunos a nosotros mismos... (Seguro que lo saben, las madres lo saben todo).

Y entonces te preguntas si esos superhéroes que nos salvan la vida es de esto de lo que nos salvan, porque no te interesan héroes de medio pelo que creen que pueden salvarte y no saben qué hacer cuando le dices que la melancolía no sale de tu manta al despertarte muerta de frío cada mañana. Es que quizás ya no quieres que te salven, no quieres que te cuiden como a una princesa ni que te protejan de los males de ahí afuera, quizás sólo quieres que alguien quiera arriesgar, alguien valiente que quiera correr peligro contigo. Que no quieres que maten los monstruos de tu armario, es que ya les has cogido cariño, y a ti,  con que te ayuden a pintarles una sonrisa a los monstruos te vale. No quieres que te salven, quieres que vayan contigo al abismo, porque sola no te atreves.

Al final te das cuenta de que hay poetas donde creías que sólo había una sonrisa bonita. Los poetas no son sólo los que escriben sonetos u octavillas, también lo hay de verso (y corazón) libre, que no necesitan una rima asonante para clavársete dentro.

Que la nariz fría contra el cristal empañado y el olor a otoño nos quiten ya este verano maldito (como todos), que la vuelta a la rutina, y a ver caras que lo hacen todo más llevadero, y que al fin y al cabo, te cambiaron la vida.

Que si eres infeliz, y yo, ilusa de mí, creo que puedo cuidarte mejor que nadie.

Que tener el corazón de hielo no es lo mismo (ni parecido) a tenerlo de piedra. El hielo quema, y se derrite, y duele incluso más que los corazones comunes del resto de mortales.

En fin, que hay tantas historias sangrantes y frases caóticas que nadie (o al menos no quien tú quieres) va a venir a curar con caricias (de esas que te hacía tu madre cuando te golpeabas y de repente el dolor desaparecía).

Pero... ¿qué hacemos después de escribir, de sangrar, de coagular, gritar, y llorar hasta tener la garganta y los ojos inflamados? Porque tarde o temprano y para bien o para mal, la explosión se acaba. Y escribir se convierte en un alivio sintomático, como el Frenadol, pero no cura el virus.

Bueno, al fin y al cabo... tampoco podría aspirar a una solución mejor.
Puede que una sonrisa no me cure todo esto, pero de momento es lo mejor que tengo conmigo.


¿Y sabéis que pasa? Que en París también llueve, también hay días tristes frente a Notre Dame, y también hace bueno y brilla el sol en algunos días de invierno en Madrid. Pero yo que sé, a mí no me preguntéis, ahora mismo hace frío y llueve tras la ventana.


It's alright, Ma, it's life, and life only.



(Para los que lo habéis conseguido, bienvenidos a mi caos. Nada tiene demasiado sentido, ni pretende tenerlo).