viernes, 3 de febrero de 2012

En un rincón, en un papel o en un cajón.

Pueden ser como una estaca clavada en el corazón, o como una dulce caricia en la cara… no somos conscientes de todo el valor que tienen en nosotros, y porque nosotros lo permitimos, claro.

La misma palabra en momentos distintos o de personas distintas puede ser como un puñal frío clavándose lentamente, o la mejor sensación del mundo. Pasamos días esperando oír unas, y tememos muchísimo oír otras… Lo peor es cuando lo que duele es la ausencia de esas palabras que esperamos como un niño el día de reyes. Cuando queremos que nos digan algo, cuando esperamos leer o escuchar las palabras exactas de la persona adecuada, y esas palabras no llegan nunca, porque jamás existieron fuera de nuestra imaginación. Pero como estúpidos animales que somos, volvemos y volvemos a caer en la misma trampa, volvemos a ilusionarnos, a esperar palabras que nosotros mismos hemos inventado, muchas veces lo menos importante es el significado de esas palabras, lo que vale es todo lo que conlleva, muchas veces cualquier sonido vale, cualquier pista, ayuda, respuesta.
Y es cuando no recibimos ninguna pista, cuando nos confundimos, nos sentimos mareados y no sabemos qué coño hacer. Algunos lloran, otros olvidan (o hacen que olvidan), algunos pintan, otros se emborrachan, otros escriben, otros componen canciones… y otra vez vuelta a las palabras.

Siempre he pensado que las canciones son como pequeños baúles llenos de emociones a punto de explotar en la cara del que las escucha. Con suerte son emociones bonitas, todo depende de lo que vayamos buscando… Si los temas son buenos, de esos que parecen hechos para nosotros, nos pegan tanto en un momento de nuestra vida que después siempre van a aparecer asociados a eso… aquel concierto especial que viviste con alguien, esa canción que te dedicó una noche, el disco que no podías parar de escuchar cuando estuviste triste por aquello…

Y pueden pasar meses, años, y la canción va a seguir impregnada de esos recuerdos…y a menudo duele muchísimo volver a escuchar una canción, muchas veces las emociones han sido tan fuertes en torno a unas canciones que ya no puedes volver a escucharlas, no te sientes capaz de asumir todas esas cosas que quisiste enterrar… y es triste porque quieres escuchar y no puedes, hasta que un día, un día cualquiera que te sientes con más fuerza de lo habitual, te atreves a poner a ese cantante que llevas meses evitando, porque sí, porque ya es hora… y de repente, el dolor va haciéndose más y más pequeñito, pero en realidad, es que tú te has hecho más y más fuerte.


Perdí cientos de horas en buscar un lugar donde tocar el suelo,
y encontré dos mil palabras que guardar.

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