miércoles, 25 de enero de 2012

Una noche que nadie se atreviera a contar.

Esa historia prohibida que quiere vivir él, esa es la que cada noche cuando se mete en la cama y cierra los ojos, empieza a hacer realidad en sus sueños, para él la vida empieza por las noches cuando sueña, y por la mañana no quiere despertar porque es como si muriera.
Antes todo era al revés, y no quería dormir porque dejaba de verla, de sentirla a su lado..pero desde que todo eso cambió, le tiene asco al sol, quiere que llueva y que sea de noche para poder dormir y soñar que es otro, o en su defecto, salir por los bares mas oscuros a perder la noción del tiempo, a soñar que es otro.
Cada vez mas flaco, más solo, más etéreo, hasta que llega la hora de vivir, cuando todo el mundo se despide del día haciendo recuento de lo que ha hecho, de lo que debe hacer al día siguiente, su cabeza sólo piensa en volver a verla en sueños, en volver a creer que la tiene comiendo de su mano, que viven todas esas cosas que nadie entiende, que existe esa complicidad que nadie más ve.
En realidad, cada noche es una chica distinta, borrosa, eso es lo de menos, lo único importante es que consigue huir, escaparse del mundo real que sólo le trae decepciones y gente vacía, mentirosa, cínica...

El sueño más bonito que ha tenido es el que recuerda todas las noches antes de dormirse, como quien lee un cuento a un niño para que sea un poco más feliz y consiga descansar... Allí todo estaba a media luz, era de madrugada, ella se llamaba Rebeca, y estaban los dos solos entre vasos de ron, gominolas, y esos vinilos de Leonard Cohen que tanto les emocionaban. Simplemente reían, se miraban, se acariciaban, brindaban por ser un poco más felices a cada segundo, por no sentirse nunca más solos, por mirar mejor las oportunidades, por pararse en los detalles y en las personas que normalmente pasaríamos por alto. No había nada más en ese sueño, si es que podía haber algo más mágico que lo que sentía en esos minutos. Simplemente una escena idílica en un estado del que despertaría unas horas después. Desde que tuvo ese sueño intenta cada noche superarlo, o aunque sea llegar a tenerlo otra vez, poder continuar la historia, ver si al final pasaba algo más entre ellos, o simplemente era especial de ese modo.

Pasaron los días y seguía sin poder continuar ese sueño, los días cada vez se le pasaban más y más lentos, no le importaba lo que vivía desde las 8 de la mañana hasta las 12 de la noche, lo importante venía después, cuando se emperraba en acabar esa historia, esa historia que por más perfecta que fuera, nunca sería real, mucho menos si pasaba por alto todas las cosas reales y las personas reales con las que trataba día a día, y mucho menos si pasaba por alto a Rebeca, la chica que se cruzaba cada día en el metro, y que no paraba de mirarle en cada viaje... Pero él nunca se dio cuenta de que a veces, la realidad, puede superar a los sueños.


Ni siquiera sé tu nombre, ni tampoco si hace falta, no me importa si me mientes...


Por las mañanas sin voz despertarás, abrazado a tu soledad.

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