lunes, 1 de junio de 2015

No fue un golpe maestro.

Ya ni inspiración quedaba para que el dolor pudiera recrearse, ni la poesía manchada de sangre en unas manos que necesitan escribir para no morir de sed, nos quitaron la sed.

Se marcharon llevándoselo todo, o casi todo. No dejaron ni un maldito abril al que componerle, ni una flor en la ciudad para poder secar dentro de un libro.

Dejaron el dolor y los puñales, pero se llevaron el romanticismo y los dejaron sin vía de escape.

Dejaron la rabia pero se llevaron la revolución. Dejaron las ganas de leer y nos robaron los libros, las ganas de escribir y quemaron todo el papel de la ciudad.

Se llevaron consigo las canciones, los poemas, las películas que nos hacían llorar como niños. Hasta se llevaron a las personas que nos hacían daño... Y a ver ahora a quién le echamos la culpa.

Nos robaron los tres días de espera antes de llamar a la persona que te gustaba, se llevaron la sonrisa tonta de cuando tenías noticias suyas. Nos impregnaron de miedos y fobias y no nos dejaron disfrutar de la parte bonita. Nos dejaron tanto pánico al sufrimiento que ya no queremos nada con nadie.

Nos convirtieron en la maldita generación sin valor para empezar nada, diciendo que no queremos para ocultar que en realidad no tenemos huevos.

Se llevaron la lluvia de verano y nos dejaron sólo con los paraguas, sin saber de qué podrían protegernos.

Nos robaron las miradas cómplices, nos robaron la incertidumbre y nos dejaron sólo con el final trágico y amargo de una historia que se inevitablemente se acaba.

Se llevaron París pero nos dejaron las ganas de tirarnos al Sena. Nos robaron los motivos y nos quedamos sólo con simple y vacía esperanza.


Fue un atraco perfecto, excepto por esto... Nos queda garganta, puño y pies.
No fue un golpe maestro, dejaron un rastro... Ya pueden correr. Ya vuelve la sed.



No hay comentarios:

Publicar un comentario