martes, 21 de julio de 2015

Funambulismo imposible.

Aviso: Leer con "Una mattina" de fondo para entender cómo fue escrito. 



Incluso justo en este momento en que nada ocurre, calma blanca.
Un día sí y dos no.
Un día lo tengo claro y dos no entiendo nada.
Un día quiero ir a por todo,
al otro será sólo un capricho.

Un capricho dulce y divertido, eso sí
Sexo ligero, agua fresca, zumo de fruta y café. 
Un capricho de verano de los que no necesitan de nada más,
ni de preocupaciones,
aunque las tiene,
ni de reproches,
aunque se piensen.
Sal de baño, brillo dorado en tu piel
imagino,
no sé si tú imaginas algo
o sólo dejas que una hora suceda a la otra,
sin que el brillo dorado y la sal estén en mi piel.


Siempre detesté lo que decían de “un clavo saca otro clavo”
pero ya ves, qué sé yo de la vida,
y mucho menos del (no)amor. 
Qué sé yo si aún no sé si estoy yendo, si voy a ir
o si en algún momento voy a volver a algún lugar.
No, siempre para adelante, me dicen. 


Ron de caña, domingo desde las tres,
de haber estado arreglando el mundo hasta las siete.
Mandando a tomar por culo a todos los fantasmas que nos atormentan,
a todas las puñaladas que esquivamos, a las que nos rozaron, 
y a las que nos dieron de lleno y por eso ahora nos escondemos.
Peleando por quién querrá qué, 
quién antes y más fuerte,
que no quieres sufrir, ya lo sé. 
Yo tampoco.
Soñar despierto, dormir contigo.
Y si no es juntos, no durmamos.
(Y si estamos juntos tampoco).


Calma, quietos, cojan aire, quizás nos toque correr.
Como un número imposible del funambulista
que hace seis vidas que no sube a una cuerda, 
pero ya le toca
(y aún le queda una vida).

Caminando por una cuerda floja
tan larga y tan alta,
que ya no sé en qué lado quiero estar.
Si arriba manteniendo el control,
que se está de puta madre, y qué vistas.
O abajo, en la red, donde todo es un caos 
y la felicidad juega cada mañana con la tristeza. 

Porque este es el juego en el que me he metido
(o al que me has llevado)
Un juego peligroso prohibido para menores de edad,
y para menores de valentía (o de sensatez).

Que pensemos despacio, queramos deprisa, y caminemos con la frente alta.

O algo así. 





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