domingo, 22 de enero de 2012

Dulce guerrilla urbana en pantalones de campana.

"En aquel mayo francés, en los días de vino y rosas..."
Porque creer que todo es trágico y la vida se va a la mierda, pensar que uno es el más jodido del planeta, es algo muy hipócrita... porque quejarse por no poder ver peliculas gratis, o por no tener suficiente dinero para comprarte un coche... quejarse por eso es muy cínico.
Hay miles de personas que mueren de hambre en el mundo, hay personas que no tienen que comer, hay niños que no pueden salir a la calle porque los pueden matar en un tiroteo. Hay gente que sufre cada segundo de su vida, temiendo por ella.
No tenemos tanto derecho a quejarnos por todo... eso no significa no luchar por lo que queremos, una cosa no quita la otra. Hay que luchar, pero saber valorar todos esos pequeños detalles que siempre se pasan de largo.

Y estos son los momentos de lucidez que busco cada día, darme cuenta de cosas como esta, ver lo insignificantes que somos... claro que son momentos de lucidez, no creáis que no me quejo... Soy una gran contradicción. Cuando escribo para desahogarme no hago declaraciones de intenciones que forman mi escala de valores (o quizás si, sin darme ni cuenta)... lo que quiero decir es que escribo lo que me pasa por las yemas de los dedos a cada segundo y va directo al teclado, son pasiones, es fuego instantáneo a flor de piel, que se va consumiendo conforme termino de escribir...
A lo mejor no escribo lo que pienso, sino sólo lo que quiero pensar.

Que lejos queda Jean Paul Sartre, muy lejos aquel París...


Papá cuéntame otra vez ese cuento tan bonito
de gendarmes y fascistas, y estudiantes con flequillo,
y dulce guerrilla urbana en pantalones de campana,
y canciones de los Rolling, y niñas en minifalda.

Papá cuéntame otra vez todo lo que os divertisteis
estropeando la vejez a oxidados dictadores,
y cómo cantaste Al Vent y ocupasteis la Sorbona
en aquel mayo francés en los días de vino y rosas.

Papá cuéntame otra vez esa historia tan bonita
de aquel guerrillero loco que mataron en Bolivia,
y cuyo fusil ya nadie se atrevió a tomar de nuevo,
y como desde aquel día todo parece más feo.

Papá cuéntame otra vez que tras tanta barricada
y tras tanto puño en alto y tanta sangre derramada,
al final de la partida no pudisteis hacer nada,
y bajo los adoquines no había arena de playa.

Fue muy dura la derrota: todo lo que se soñaba
se pudrió en los rincones, se cubrió de telarañas,
y ya nadie canta Al Vent, ya no hay locos ya no hay parias,
pero tiene que llover aún sigue sucia la plaza.

Queda lejos aquel mayo, queda lejos Saint Denis,
que lejos queda Jean Paul Sartre, muy lejos aquel París,
sin embargo a veces pienso que al final todo dio igual:
las ostias siguen cayendo sobre quien habla de más.

Y siguen los mismos muertos podridos de crueldad.
Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam.

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